No un gran estallido, sino un gran gemido (Dan Gallin, 2004)

La agonía del sindicalismo internacional. No un gran estallido, sino un gran gemido.

Le agradezco al Global Union Research Network (GURN) que nos haya enviado el artículo de Noblecourt (Michel Noblecourt, Le big bang du syndicalisme international, Le Monde, 26 de julio de 2004). Me reí mucho con él. Sí, me pareció bastante gracioso, para quien tiene esa clase de sentido del humor.
Parece que John Evans, el Secretario General del Comité Asesor Sindical de la OCDE, se indignó de que Bush no lo hubiese recibido en la cumbre del G8 en Sea Island. Esto plantea algunas preguntas. La primera es por qué John Evans querría ver a Bush en primer lugar. Debe tener algo que ver con la noción, bastante generalizada en la “familia sindical mundial”, de que hacer lobby con nuestros enemigos políticos puede generar resultados positivos, una noción cada vez más estrafalaria desde que ha quedado claro hace décadas que este tipo de política es una pérdida de tiempo.

La segunda pregunta es por qué Bush querría reunirse con John Evans. Bush es un hombre ocupado, especialmente hoy que la campaña electoral le recorta la hora de la siesta, así que sus entrevistas serán decididas según el interés. ¿Y dónde está el interés? No es inmediatamente obvio en qué podría ayudar a Bush una reunión con John Evans. Bush no está cortejando a las organizaciones sindicales – sólo a una o dos en Estados Unidos –, antes bien, está intentando destruirlas como movimiento. ¿Qué creía Evans que tenía para ofrecer? Nada. Ni tampoco es obvio qué tenía Bush que arriesgar por no reunirse con John Evans. ¿La furia del movimiento sindical internacional? ¡Por favor! ¿Qué tiene Evans como para amenazar a Bush? Nada. ¿Entonces cuál es el trato? Si no hay trato, no hay reuniónEn tercer lugar, ¿por qué John Evans debería indignarse? ¿Por la falta de hipocresía? ¿Por no ser formalmente reconocido por más de lo que en realidad representa? ¿Será que le dieron la captura tratando de golpear por encima de su peso?

Noblecourt informa que tras el desaire de Bush, o mejor dicho el de sus edecanes, John Evans siguió y se reunió con Kerry y con Clinton. Con esto Bush se debe haber quedado temblando de miedo.

Esto nos lleva al tema principal del artículo, que es el debate en curso entre la CIOSL y la CMT para fusionarse, o mejor dicho, para crear en conjunto una nueva Internacional, para fin de 2006. Como hoy en día nadie presta atención ni a la CIOSL ni a la CMT, la idea es que una nueva Internacional hecha apresuradamente por la CIOSL y la CMT, y barridas otras estructuras nacionales y internacionales a la pasada, significaría un poderío que nadie podría soslayar. Ni siquiera Bush.

Es una hipótesis extraña. El poder no se genera sumando superestructuras que carecen de poder por sí mismas. Las cantidades no significan nada si no hay un pensamiento político y una voluntad política. Las organizaciones son las que convierten a las cantidades en acciones y en fortaleza. Cuando esas organizaciones son disfuncionales, no pasa nada. La mayoría de los 151 millones de afiliados de la CIOSL y los 26 millones en gran medida ficticios de la CMT ni siquiera saben que estas organizaciones existen. En un vacío político, 151 veces cero es igual a cero, 26 veces cero es igual a cero y cero más cero da cero.
Una renovación del movimiento sindical tiene que venir de sus miembros. Implica la movilización y participación de sus afiliados, el poder se genera con luchas que hacen posibles la movilización y la participación y las nuevas estructuras que expresan nuevo poder son el resultado de esas luchas. Para movilizar a los miembros, son necesarios una visión y un objetivo.

¿La CIOSL inició o condujo alguna lucha importante en las últimas décadas? No. ¿Y la CMT? No. ¿Y la CES1? No (la tragedia de Renault Vilvoorde y las gesticulaciones en las cumbres de la Unión Europea están mejor olvidadas). ¿Alguna de estas organizaciones alguna vez representó seriamente algún inconveniente para las estructuras de poder que dominan nuestra sociedad? No.

De lo que se trata aquí no es de una respuesta impulsada por la base social de los sindicatos a la guerra contra del movimiento sindical y la izquierda –que bien podría anunciar una renovación del movimiento–, es una operación totalmente distinta. Es una operación de arriba hacia abajo, un trámite burocrático, es cuestión de estructura y procedimiento, no tiene que ver con visión y objetivos, con realidades sociales ni con luchas sociales.

No solamente no se está movilizando a los miembros, sino que se supone que no se tienen que enterar. Asombrosamente, se supone que toda la operación sea secreta: Noblecourt informa que la dirigencia de la CIOSL y de la CMT se han estado reuniendo “dans le plus grand secret” durante los últimos meses y han analizado “discretamente” sus asuntos en reuniones aparte en la Conferencia Internacional del Trabajo. Es realmente ridículo. Se entiende que somos un movimiento democrático. ¿Por qué tanto secreto? ¿A quién se supone que hay que ocultárselo? ¿Se trata de una conspiración? De todas formas, los que se oponen a la idea ya lo saben, ¿entonces qué sentido tiene? Si el objetivo en última instancia es la renovación del movimiento sindical, ¿el debate no debería ser más abierto, más generalizado, más intenso y más público, estar en todos los sitios web?

Noblecourt nos dice que el principal artífice de la operación es Emilio Gabaglio, exsecretario general de la CES. Eso nos dice algo. Gabaglio es un centralista autoritario y Noblecourt nos dice que probablemente la nueva Internacional se parezca a una “CES mundial”: presumiblemente, sin la Comisión Europea que la financie. Eso difícilmente sea un gran estallido (big bang) del movimiento sindical. Esto es construir un refugio antiaéreo para burócratas en crisis de pánico.

Lo que es interesante, pero no sorprendente, es la idea de integrar a las Federaciones Sindicales Globales en la nueva estructura que ha vuelto a surgir en el contexto de las conversaciones del “big bang” (según los rumores, a través de filtraciones de todas esas conversaciones secretas). Todos recordamos, por supuesto, de dónde surge esta idea en primera instancia: de los más grandes centralistas autoritarios de todos los tiempos: la FSM2. Afortunadamente fracasó entonces y va a fracasar ahora. No es que muchas Federaciones Sindicales Globales estén a la vanguardia de luchas importantes hoy (eso es otra historia), pero las chispas de vida que todavía hay en el movimiento sindical internacional, están ahí. Subordinarlas a una estructura centralizada que no es capaz de hacer que las cosas sucedan sino que impide que las cosas pasen, significaría matar lo que queda de las estructuras del movimiento sindical internacional con potencial de cumplir con sus afiliados. Si quieres enterarte, fíjate en las Federaciones europeas de industria.

Noblecourt, por último, informa que queda por definir la mayoría de los elementos del gran proyecto (sin duda en debates secretos). Hay mucho sobre proceso y estructura, pero también menciona reivindicaciones comunes, y la perspectiva de llegar al “cambio social” a través de la acción sindical. Finalmente pregunta si la nueva Internacional “va a decir abiertamente que es reformista”. Esto es realmente ingenuo. Hace mucho que el tema no es “reforma o revolución”, ahora es “reforma o sumisión”. Una internacional sindical verdaderamente reformista sería un desafío bastante izquierdista.
Uno jamás se imaginaría que todo este debate se pudiera estar dando en el contexto de la movilización más importante de movimientos sociales que se esté desplegando desde que terminó la última guerra mundial. ¿Estamos en una burbuja burocrática, impermeable a lo que pasa alrededor? Lo que sí es cierto es que los miembros no lo están porque no se pueden dar ese lujo.

Los movimientos sociales dicen: “Otro mundo es posible”. Eso es lo que decíamos antes, y hasta teníamos algunas buenas ideas de cómo podría ser ese otro mundo. Mientras no volvamos a lo básico y recuperemos nuestra visión original, con una perspectiva de cambio social de fondo, no habrá “big bang” ni renovación alguna del movimiento sindical internacional.

El punto de partida tiene que ser negar la legitimidad del sistema. Tenemos que establecer normas conforme a nuestros valores y decir claramente que el único objetivo legítimo de cualquier forma de organización en la sociedad, ya sea local, o mundial, o de cualquier empresa, o de cualquier estructura intergubernamental o económica, o de un sistema económico, es estar al servicio del bienestar humano: la satisfacción de las necesidades básicas, y esto no solamente supone alimento, techo y vestimenta, sino también justicia, igualdad, libertad, acceso a la cultura y la educación y el imperio del derecho. No existe otra fuente de legitimidad.

Estos valores y principios básicos juntos constituyen un programa de democracia radical diametralmente opuesto al actual neoliberalismo hegemónico, y estos tendrían que ser los elementos básicos de un programa que el movimiento sindical defienda a todo nivel por los medios que corresponda.

Esto nos lleva a la cuestión del poder. Lo que nuestros dirigentes tienen que preguntarse en sus cónclaves secretos es: ¿tenemos verdaderos enemigos, o no?, si los tenemos, ¿quiénes son?, ¿estamos comprometidos en una lucha de poder mundial, o no?, ¿perder es una opción?, ¿qué tenemos que hacer para prevalecer?

Una Internacional Sindical digna de ese nombre reasignaría sus recursos alejándolos de “diálogos” estériles con las instituciones del poder empresarial transnacional que nos están matando; invertiría en gran escala en organizar a los países en transición, a donde están yendo inversiones extranjeras directas, para reconstruir allí el movimiento; mantendría los derechos sindicales en China como prioridad de su programa; daría pleno respaldo político y financiero a las Federaciones sindicales globales que están aceptando el enfrentamiento con las transnacionales; formaría alianzas con los movimientos de trabajadores de la economía informal y otros movimientos sociales en vez de mantenerlos a distancia; declararía la guerra a los gobiernos que están atacando el bienestar social y los derechos de los trabajadores, sin importar su color político, y lo haría públicamente y sin vergüenza, haciendo públicos los problemas con la mayor amplitud posible, de manera que los miembros estuviesen informados y participaran generando así respaldo político. Si la CIOSL hubiese estado haciendo esto durante los últimos años no tendría que preocuparse por fusionarse con nadie.
Una Internacional Sindical digna de su nombre proclamaría con orgullo: representamos a la clase trabajadora mundial, representamos a la mayoría de la población mundial y estamos luchando para cambiar el orden social y económico para que el mundo sea un lugar adecuado para que puedan vivir los seres humanos. ¿Esto es demasiado radical? ¿Cuál es la alternativa?

Siempre hay, por supuesto, una alternativa. En este caso, es una mayor decadencia del movimiento.

Significa aceptar la espiral descendente de menores niveles de ambición, de menor capacidad de cumplir, menores niveles de apoyo de los miembros, más fusiones al solo efecto de recortar costos, más pérdida de capacidad de lucha, fuerza y autoridad. Barajar de nuevo estructuras inútiles no resolverá estos problemas. En vez de más unidad, habrá más fragmentación. Algunas organizaciones van a derrumbarse, otras seguirán luchando, otras sobrevivirán como cáscaras vacías, para pavonearse en la tribuna del Foro Económico Mundial, si las siguen invitando.

Así va a terminar el movimiento que nosotros conocemos, no con un estallido sino con un gemido.

Entonces tendremos que esperar una o dos décadas hasta que surja un nuevo movimiento. Si es que tenemos otra oportunidad.

Dan Gallin
Director del Instituto Global Laboral (GLI)
Exsecretario General de la UITA
24 de setiembre de 2004
SIREL # 847
1 Confederación Europea de Sindicatos.
2 Federación Sindical Mundial.
http://www.rel-uita.org
http://www.iuf.org