Cataluña y el 155 (Manuel Bonmati, 2017)

Una vez más en España, los socialistas, en nuestra larga trayectoria de 139 años, estamos viviendo un momento que se escribirá en la historia y que marcará una nueva etapa en la siempre difícil andadura democrática de nuestro país.

El problema que enfrentamos tiene dos centros neurálgicos de carácter ideológicos y excluyentes que históricamente se han autoalimentado en la falta de comprensión del uno para con el otro. Estos dos centros se ubican en Madrid y Barcelona.

En Madrid, lo hemos dicho muchas veces, el problema lo representa una derecha nada ilustrada, profundamente conservadora y con una convicción patrimonial del concepto de nación que solo ha aportado esterilidad a la convivencia democrática entre toda la ciudadanía española, todo ello sustentado en los “valores” de una excluyente religión que en toda nuestra historia lo ha hecho todo más excluyente y estéril, “valores” religiosos que no se circunscriben a esta parte del problema sino que impregna también a la otra parte.

En Barcelona, también lo hemos dicho muchas veces, el catalanismo ha devenido en nacionalismo y en un separatismo que se ha situado fuera de la Ley, entendiendo esta como el marco constitucional y democrático que construimos entre todos después de la dictadura. Sólo hay que recordar para confirmar esta aseveración que tanto la Ley del Referéndum como la Ley de Transitoriedad fueron adoptadas en el Parlamento de Cataluña, no ya contra los preceptos constitucionales, sino también contra las normas estipuladas en el Estatuto de Autonomía, el Reglamento del Parlament y los dictámenes contrarios de los letrados del Parlament, el Consejo de Garantías de Cataluña, la Comisión de Venecia del Consejo de Europa y las sentencias del Tribunal Constitucional.

El separatismo catalán ha venido construyendo un relato victimario en todos los ámbitos de sus relaciones con el Estado, un relato sustentado en un nacionalismo excluyente, de supremacía sobre los demás, de distorsión de la historia y de tensiones de convivencia que la democracia no puede ni debe aceptar.

Hoy Cataluña es una Comunidad próspera, con una de las rentas per capita más altas de España y eso no se debe solo a la población autóctona, sino al esfuerzo colectivo de toda España en términos de contribución humana por la vía de la inmigración interna y a las aportaciones privilegiadas en recursos económicos, comerciales, arancelarios y de inversiones, que nunca se les dio por parte del Estado a otras zonas y regiones de España salvo a Cataluña y a Euskadi.

Quizás haya llegado el momento de diferenciar capitalismo y burguesía catalana, el primero es el que se está yendo de Cataluña cambiando sus sedes sociales y fiscales, por el momento, y la segunda es la que se queda en Cataluña con su nacionalismo excluyente y de arcadia feliz, llevándose por delante el cosmopolitismo que siempre ha sido seña de identidad de los sectores más avanzados de la sociedad catalana.

Llegados al punto en que nos encontramos, con dos polos opuestos que los enfrenta, es evidente que tenemos un problema que se ha convertido en una crisis de Estado y que en mi opinión ha dinamitado el pacto constitucional de 1978, crisis de la que los dos son responsables.

El Partido Popular negándose a reformar la Constitución y rechazando todas las propuestas que le hiciera el PSOE en los años 2003, 2004, 2011, 2013 y 2017 y el nacionalismo excluyente catalán embarcándose en una aventura que si tomamos como referencia los resultados de las últimas elecciones autonómicas y las del ilegal referéndum celebrado el 1 de Octubre nos muestra que no cuentan con el apoyo de una mayoría cualificada de la sociedad catalana, cerca del 48% en las primeras y cerca del 37% en el segundo.

Evidentemente ante una situación como la que vivimos hay que actuar, pero antes de exponer mis preocupaciones, es conveniente dejar algunas cosas asentadas porque estamos hablando de la quiebra del ordenamiento constitucional por parte de uno de los territorios que configura España como Estado democrático.

Parece obvio pero hay que afirmarlo, que España es un Estado de Derecho, democrático y constitucional equiparable a cualquier otra democracia y como todas ellas con cosas buenas y malas, con avances y retrocesos y digo que hay que afirmarlo porque hay sectores en la izquierda española y en el nacionalismo catalán que ponen en cuestión este principio democrático central, acusando a la democracia española de ser ni más ni menos que la continuación del régimen franquista.

En esta cuestión los socialistas no nos podemos dejar llevar por la revuelta que está protagonizando la burguesía catalana para sus intereses nacionalistas a quien parece no importarle que ya sean 1.300 grandes empresas las que han cambiado de sede abandonando Cataluña. También tenemos que defender con firmeza el contenido, la articulación y los valores de la Constitución que en términos democráticos le arrancamos a la dictadura.

Aquellos que manifiestan que nuestra democracia es la continuidad de la dictadura están insultando y traicionando a esa inmensa ciudadanía democrática que desde 1936 a 1978 han dedicado su vida al compromiso por defender primero y conquistar después la democracia en nuestro país, cuando no han sido asesinados o encarcelados por la dictadura, los socialistas tenemos que enfrentar estas reaccionarias opiniones.

Y si la Constitución es democrática su articulado también lo es, incluyendo el artículo 155, inspirado en la Constitución Alemana y presente en la gran mayoría de las constituciones europeas y de otros continentes para contingencias de extrema gravedad.

Afirmando lo que afirmó, la cuestión para mí no es aplicarlo o no aplicarlo, sino sí es oportuno hacerlo o no porque se debería haber trabajado en otros escenarios de actuación más políticos y menos judiciales, de esto hay que responsabilizar a la falta de voluntad política por parte del Partido Popular.
Aquí entran mis preocupaciones, que tienen que ver con la convivencia democrática en nuestro país en primer lugar y en como vayamos a salir los socialistas de todo esto en segundo lugar. En este sentido creo que es delicado acompañar al 155 en los términos en que ha salido del Consejo de Ministros, porque para mí hay una cosa evidente, el gobierno del Partido Popular no está interesado en ninguna aproximación a una negociación y desde el principio, optando por la vía judicial, su corolario parece lógico que sea una salida de fuerza, constitucional, pero de fuerza, como respuesta también de fuerza es la que se plantea desde el otro lado, cuando sólo se quiere negociar el calendario para la independencia desde el resultado no representativo de un 37% del electorado catalán.

¿Por qué Rajoy se escuda en una correspondencia con el Presidente de la Generalitat, con una pregunta estúpida, cuando todo el país sabe que la independencia de Cataluña no ha sido proclamada todavía? El problema es tan serio que uno hubiera esperado líderes de altura en los dos gobiernos, que se miraran a los ojos en una reunión y hablaran del problema.

¿Por qué el gobierno ha descartado invitar a Puigdemont a la Moncloa y constatar la posibilidad de una salida negociada o su imposibilidad y la continuidad de la ruta independentista? Si se cierran todas las puertas después de una discusión en el terreno de la política, se entendería mejor la aplicación constitucional del artículo 155 que se puede augurar que tendrá sus dificultades y traumas en la sociedad catalana que habría que evitar. En su conjunto son medidas tan directas y para situaciones tan extremas, que bien merecían dejarse de cartas parvularias, hablar físicamente, aunque fuera constatando el desacuerdo y después cada uno actuar sabiendo las consecuencias.

Los socialistas estamos trabajando por una salida política y lo estamos haciendo en medio de dos polos que no se reconocen, con dos gestores del problema, uno en Madrid y otro en Barcelona de los que no podemos fiarnos y sabemos que las presiones del Partido han impedido que el gobierno tomara medidas aun más duras.

Hay que recordar que la noche del discurso del Rey, el ejercito desplazó desde Zaragoza una unidad de cobertura logística que sigue emplazada en Cataluña, en principio para dar cobertura a la policía nacional y a la guardia civil según se explicó, pero es militar, es logística y está donde está.

Tanto Pedro como Iceta no dejan de hacer gestiones reservadas con Moncloa y con la Generalitat así como con otros actores políticos para que no se llegue a aplicar el artículo 155 proponiendo que hay que buscar una vía de diálogo y en este sentido los socialistas tenemos que apoyar la posición y las gestiones que tienen tanto el Partido como el PSC, entre otras cosas porque al mismos tiempo no podemos aceptar que se dinamite nuestro marco constitucional de donde se derivan todos los derechos ciudadanos que tenemos.

Sin embargo echo en falta un emplazamiento público al gobierno con nuestras discrepancias por cómo ha conducido este problema, críticas más claras por el abandono por parte del gobierno de cualquier iniciativa política y optar solo por la judicial, donde el problema se enquistara pero no se solucionará y si todas las salidas están cerradas por unos y por otros, decir con claridad cuáles son los límites de la aplicación del 155 que no pueden ser solo las que determina el Consejo de Ministros.

Digo todo esto porque creo que hay que salvaguardar al Partido ante nuestro electorado que es de izquierda o progresista y tenemos que hacer un esfuerzo para que se nos entienda porque podemos pagar los platos rotos por otros, además de que internamente pudiera debilitarse, frente al sector liberal del Partido, la apuesta que con tanto esfuerzo hemos levantado desde una parte importante de la militancia en la crisis por la que hemos pasado internamente.

PIERDE LA POLÍTICA
Lo que hemos vivido en las últimas 48 horas en nuestro país, merece ser incorporado a los anales de la historia del mejor teatro de lo esperpéntico. Hoy se ha consumado un día negro para la democracia en España y una constatación del fracaso de la política.

La declaración de independencia de Cataluña por la vía de violentar todos los preceptos democráticos y constitucionales hace inevitable y necesario que el Estado de Derecho se defienda con los instrumentos constitucionales que tiene, por lo que la aplicación del artículo 155 de la Constitución se hace inevitable. No es momento para la política, que se la han cargado unos y otros, con especial responsabilidad por parte de las autoridades gubernamentales de la Generalitat en el momento actual y por la también responsabilidaddel gobierno del Partido Popular que siempre se ha negado a llevar adelante la necesaria reforma de la Constitución.

En lo que se refiere al problema con Cataluña, hoy y por un tiempo, que espero y deseo que sea corto, la política ha muerto y lo único que se puede esperar y desear es que la aplicación del artículo 155 sea responsable, mesurado, respetuoso con las instituciones democráticas catalanas y no sirvan para envalentonar a la derecha española en su larga trayectoria de desmantelamiento de nuestros derechos económicos y sociales y que tampoco sirva para deteriorar, aun más de lo que lo han hecho, los derechos democráticos de todos los españoles. Es una desgracia que este conflicto este siendo gestionado, como gobierno, por una derecha conservadora con fuertes perfiles reaccionarios, son gentes poco fiables en comportamientos democráticos.

En este conflicto los socialistas hemos estado entre dos polos infernales, de exclusión mutua, situados cada uno en su particular visión de lo que tiene que ser o no tiene que ser España y en lo que se refiere a otros Partidos políticos, han estado situados más en una estrategia de intereses electorales partidistas, alejados de lo único central que hay en este conflicto, cual es, los intereses generales de la democracia española.

Difícil situación para los socialistas pero que en mi opinión han actuado dignamente, como no puede ser de otra manera, está en nuestra historia de 136 años y en el proyecto socialista y democrático por el que nacimos, estas cuestiones están en nuestro ADN.

Si algo ha atravesado toda la historia del Partido Socialista Obrero Español es el convencimiento de que sin democracia no se puede construir los valores del socialismo en los que creemos, pero también que sin democracia no es posible construir la convivencia entre ciudadanos que piensan diferentes.
Hemos dejado demasiadas cosas en el camino de nuestra histórica lucha por la democracia y hoy, cuando está siendo puesta en cuestión, nos toca, sin sectarismos, sin intereses partidarios, mirando por el interés colectivo de los trabajadores y de la sociedad española, defender la Constitución y el Estado de Derecho,

Nadie ha hecho tanto desde la defensa de los intereses generales de nuestro Estado de Derecho por buscar salidas políticas al conflicto, públicamente y no públicamente y en este sentido quiero expresar mi profunda solidaridad con los socialistas catalanes y reconocer la incansable dedicación que el compañero Iceta ha venido desarrollando para acercar las posiciones de los polos y encontrar una salida política y negociada.

También quiero reconocer el trabajo que ha realizado en esta crisis la dirección del Partido y en particular el compañero Pedro y no sólo en lo que ha hecho públicamente, que en algún momento ha podido provocar alguna confusión ante la ciudadanía y entre nosotros, sino en todas las gestiones que ha hecho no públicamente para reconducir la situación y que en medio de la tormenta es complicado explicitar en público.

Desde la defensa del Estado de Derecho y no del gobierno del Partido Popular, hemos hecho lo que nos dicta nuestra historia y nuestros valores. En esta etapa que se abre, el Partido tiene que fiscalizar las actuaciones que el gobierno ejecute y criticarlo cuando no compartamos sus decisiones, explicitando con nitidez nuestras propuestas, estando siempre al lado del diálogo para un problema que es de naturaleza política. Los trabajadores, nuestro electorado y la sociedad española se lo merecen y se lo debemos.