ENTRE EL ABISMO Y LA ESPERANZA
Demetrio Boersner
Venezuela se aproxima a una disyuntiva trascendental. En la medida en que es dueño de su voluntad y de sus decisiones (sabido es que, en tiempos de crisis, el libre albedrío de los gobernantes queda muy disminuido), el presidente Maduro podría dar un golpe de timón hacia un rumbo u otro: uno que hundiría a la nación en un catastrófico abismo de opresión y miseria, y otro que permitiría un gradual retorno a la normalidad económica, social y moral, y una transición política del autoritarismo a la democracia.
Como hombre de formación comunista estaliniana, el presidente sin duda tiende a pensar en términos maniqueos, de choques entre extremos sin matices intermedios, olvidando que la segunda ley de la dialéctica contempla la “compenetración de contrarios” (Engels, Dialéctica de la Naturaleza). La formación ruda y simplista de otros radicales de izquierda que lo rodean, lo alienta en el mantenimiento de una conducta agresiva y amenazadora contra cualquier elemento “burgués”. Ninguno se acuerda de la flexibilidad de Lenin al pasar del comunismo de guerra a la NEP que no fue otra cosa que una restauración parcial del capitalismo.
Además de ser presionado por “ñángaras” ideológicos, el presidente Maduro enfrenta dificultades económicas desesperantes (que requieren una NEP pero) que subjetivamente podrían empujarlo hacia una alocada fuga hacia adelante: un intento de imposición de un colectivismo despótico total (como el que Marx repudió bajo el calificativo de “comunismo de cuartel”).
Por otra parte, aunque en Cuba prevalece el anhelo de liberalización económica (y política a ritmo más lento), no hay que olvidar que en el partido oficialista de la isla también parece existir una corriente de línea dura (¿Fidel?) que trata de limitar las reformas y aún mantiene la esperanza de “amaneceres que cantan”. Desde esa corriente, Maduro podría estar recibiendo señales contrarias a eventuales consejos moderadores y liberalizantes de Raúl Castro. También es posible, desde luego, que el régimen cubano quiera mantener a Maduro en posición dura e inflexible para utilizarlo como “carta” en sus propias negociaciones con Estados Unidos.
Por último, una fuerte presión sobre el presidente para mantener una actitud dura, sin duda proviene del sector más corrupto de la cleptocracia oficialista, deseosos de que se mantenga cerrado el país hasta que terminen de saquearlo.
Pero por el otro lado, ¡cuántos y qué buenos incentivos existen para un viraje del gobierno de Venezuela hacia una política de apertura y de diálogo! Si bien es cierto que en el seno de la oposición existen personas y núcleos que, por lo amargo de injusticias y abusos sufridos, no están inclinados al perdón ni a intento de reconciliación alguno, la clara mayoría de los demócratas opositores y de sus organizaciones políticas se siente abierta a la posibilidad de un proceso de evolución negociada, en lo económico hacia una liberación del mercado y el respeto a la propiedad privada, y en lo político, hacia la plena vigencia de las libertades, el pluralismo y la descentralización previstas en la Constitución vigente. Al igual que en España, en Chile y en Suráfrica, las conversaciones (“diálogo”) pertinentes deben darse entre personas que no se quieren pero que sí están convencidas de que su proceder es el único capaz de sacar el país de abajo y enrumbarlo hacia un porvenir de recuperación y de paz.
Publicado en Tal Cual, 11.05.2015. Boersner es un viejo combatiente de la izquierda del socialismo democratico en Venezuela y es membro del Consejo consultivo del GLI.